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Si buscamos en la enciclopedia de nuestros días, “El término robot se popularizó con el éxito de la obra R.U.R. (Robots Universales Rossum), escrita por Karel Čapek en 1920. En la traducción al inglés de dicha obra, la palabra checa robota, que significa trabajos forzados, fue traducida al inglés como robot”.
Sólo el término data de 1920, mientras que los primero autómatas tienen su origen en el siglo IV antes de Cristo.
Más allá de la historia, el lanzamiento de Jibo genera un cambio en la forma que concebimos a los robots.
Jibo es un robot familiar de aluminio, plástico y cristal con unos 28 cm de altura, un peso de 2,7 kg, una pantalla táctil de 5,7 pulgadas HD y conectividad wi-fi.
Este pequeño dotado de inteligencia artificial aprende las preferencias de su “compañero” a medida que interactúa con el. De esta forma, cumple el rol de asistente personal y ayuda en la realización de las tareas diarias más fáciles.
La cámara facilita el reconocimiento de rostros, toma fotos y permite videollamadas. Su pantalla reproduce videos y también tiene la facultad de hablar, y así genera avisos para no olvidar nada. A su vez, se relaciona usando señales emotivas según lo que quiere expresar.
Las posibles acciones del Jibo son tan amplias como las funciones que sus usuarios le quieran asignar.
No repararé aquí en todas las características técnicas. Sólo quiero preguntarme, ¿compraría un robot?
Suena atractivo hacer cualquier tarea del hogar mientras transportamos los 2,7kg. del robot por las distintas habitaciones en las que estamos. De este modo, adelantamos otras actividades en simultáneo para ahorrar tiempo e incluso, podemos sentir la sensación de compañía.
Desde hace algún tiempo, le estamos hablando a un smartphone para que realice alguna tarea sencilla. Nuestro “amigo” Jibo parece ir a paso más allá porque no sólo le podemos dar órdenes, ya podemos dialogar. Del monólogo al diálogo.
¿Estamos decididos a comprar un robot que sea parte de nuestros vínculos sociales o hay algo en nosotros que nos lo impide?
En caso que rechacemos tener un robot, ¿se debería a una cuestión moral o por simple desinterés?
Marc Houle, músico canadiense, dijo “No hay que tenerle miedo a la tecnología”.
Yo sólo quiero preguntarte, ¿Te comprarías un robot?