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En mi familia se repitió por generaciones una poesía “A cuatro leguas de pinto”. Durante mi infancia, un día con mi hermana decidimos escribirla, mi abuela dictaba en conjunto con mi mamá, tratando juntas de no olvidarse ninguno de sus largos párrafos. La escribimos en un rollo de papel que quedó como un largo pliego destinado a permitir que pudiéramos perpetuar la poesía familiar en las siguientes generaciones. Hace un tiempo la recordé y googleé, era algo que nunca se me había ocurrido ya que era algo muy específico y de autor anónimo, el resultado es predecible: 2.870 resultados en 0,49 segundos. En menos de un minuto la magia y el trabajo de memorización familiar quedaron obsoletos y ridículos.
Cuánto tiempo dedicamos a practicar el famoso verso de preposiciones “a-ante-para-con-contra-de-desde-en-entre-para-por-según-si-so-sobre-tras” (no lo googleé).
¿Tiene sentido pasar tiempo memorizando cosas que tenemos al alcance de la mano?
Muchos de los datos que guardábamos en nuestro archivo cerebral, hoy con los smartphones naturalmente y sin una decisión declarada, fueron dejando de guardarse. Esto es calles, medios de transporte, fechas importantes o números de teléfono. Su disponibilidad hizo que dejáramos liberado ese espacio en nuestro cerebro. ¿Tiene que ver esto con un cerebro más vago?
La facilidad con la que se suben textos, videos y fotos ha permitido desarrollar habilidades creativas por parte de las personas. De esta manera las redes sociales se convirtieron en fuentes de estímulo para que esta creatividad fluya.
Esto brinda a los más jóvenes la sensación temprana de que pueden producir sus propios contenidos y no sólo consumir lo que hayan escrito otros. Esta capacidad de producción masiva de contenido es inédita y permite exponer las ideas de hasta los más tímidos.
Si algo es cierto es que el lenguaje se ha visto reducido en la comunicación cotidiana. Los chats y mensajes de whatsapp son cada vez más funcionales, simples y de fácil entendimiento. Esta adaptación a la necesidad de velocidad e inmediatez hace que las comunicaciones se hayan hecho cada vez menos pretenciosas y lejanas de las antiguas cartas con palabras elegidas minuciosamente. Y así está impuesto, no puedo poner más de 140 caracteres en twitter ni demasiadas palabras en un mensaje de texto.
La charla terminó con algunas conclusiones, es cierto que nuestras actividades cambiaron, y el cerebro debe adaptarse a estos cambios. Dejamos de almacenar algunos datos y nos hemos vuelto más funcionales en pos de la agilidad, pero estos son sólo algunos de los aspectos del cerebro, y muchos otros se ven favorecidos como la creatividad, la rápida asociación, y la posibilidad de realizar actividades simultáneas.
Los aportes tecnológicos entonces representan una oportunidad para avanzar en una evolución de los sistemas educativos hacia una gestión que permita optimizar el tiempo de aprendizaje a la vez de generar el estímulo creativo por parte de los estudiantes.