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Texto extraído de la publicación de Softtek Blog en Inglés
Una de las metas de cualquier compañía fintech es la de atraer nuevos clientes a través de aplicaciones o la red. La idea de tener un control financiero móvil en lugar de una empresa tradicional es el nirvana de cualquier compañía que busca recortar la mayor carga financiera de la industria: los empleados. Al cliente se le prometen precios más bajos, mejores tasas y todo al alcance de los dedos por medio de los dispositivos móviles, y la habilidad de pagar a través de códigos QR o tecnología NFC usando dispositivos como un reloj, un teléfono o un llavero electrónico.
Todo esto suena grandioso y muy “Siglo XXI”, pero ¿qué sucede con el acceso al efectivo, la moneda de curso legal para todas las deudas, públicas y privadas? Por desgracia, el uso de efectivo está desapareciendo (algunos especulan que un puñado de países podrían llegar a ser cash-free ya en 2020), y este movimiento está respaldado por bancos, tarjetas de crédito, y compañías tecnológicas. De hecho, en algunos países, incluso el gobierno está impulsando hacia una sociedad sin efectivo.
Hay razones políticas, sociales y hasta económicas por las cuales migrar a una sociedad sin efectivo es ir en la dirección equivocada, pero quisiera enfocarme en dos que son, desde mi punto de vista, las más importantes, y que son facilitadas por la tecnología.
La primera es la privacidad. Acabo de regresar de mis vacaciones en China, donde casi todos usan sus teléfonos para pagar y cobrar con aplicaciones como Alipay o WeChat. La mayoría de la población afirma que es “más conveniente”. Intenté instalar Alipay en mi teléfono y vincularla con mi cuenta bancaria en China, pero para esto también debía ingresar la información de mi pasaporte y un número telefónico chino.
Llámenme paranoico, pero compartir mi información personal actualizada con una compañía que es prácticamente la mano derecha del gobierno chino para que puedan monitorear mis hábitos de gastos mientras estoy de vacaciones no era algo con lo que me sintiera cómodo, solo porque fuera “más conveniente”.
En los Estados Unidos, todas las compañías de tarjetas de crédito les vendieron sus registros de transacciones del cliente a agencias de marketing que utilizan la big data para identificar tendencias en el comportamiento de los clientes. Pero la gran diferencia es que todas esas transacciones son anónimas, y se precisa una autorización si una agencia gubernamental necesita acceder a tus datos específicos. Las bitcoins abordan esta situación proporcionando una forma de pago casi anónima, pero se podría rastrear el origen de todas las transacciones, y es demasiado pronto en el proceso de adopción generalizada como para que esta sea una opción viable.
La segunda es la accesibilidad. En el mundo de hoy, es casi imposible imaginar a alguien sin acceso a internet, pero basándonos en información de la Oficina del Censo de los Estados Unidos de 2015, cerca del 15% de la población no tenía acceso a internet, y el número era un 50% mayor en comunidades rurales que en áreas metropolitanas. Por desgracia, estos grupos suelen ser los más vulnerables, ya sea por edad (el 25% de los adultos de más de 65 años no usan internet), ingresos o incluso situación jurídica.
Incluso Amazon está considerando aceptar efectivo en sus tiendas Amazon Go, de las cuales hablé en una entrada anterior sobre las tiendas sin efectivo. Dicen que quieren llegar a más clientes y algunos estados tienen regulaciones que exigen que los negocios acepten efectivo como medio de pago.
Necesitamos mantener vivas las transacciones en efectivo, más allá de la “conveniencia” que brinda la experiencia sin efectivo. Es la única forma de permanecer anónimos y es accesible para todos, sin importar edad, raza, situación socio-económica o jurídica. ¿Vale la pena perder la privacidad y la accesibilidad por una sociedad sin efectivo?
¿Tienes una opinión sobre el tema de los pagos electrónicos, la privacidad de los datos o una cultura sin efectivo? Nos encantaría escucharte. ¡Envíanos tu comentario!